Una tarde en el bosque una zorra escapaba presurosa de unos curtidos cazadores. En su huida que llegó a la cabaña de un leñador al cual le suplicó que la escondiera. Es así que el aceptó tal pedido que sugirió que ingresara a su cabaña y se escondiera dentro.
Enseguida aparecieron los cazadores que llegaron a la casa del leñador y le preguntaron si por casualidad había visto a una zorra.
El leñador, con la voz muy baja les respondió que no la había visto, pero él mismo muy disimuladamente con su mano les señalaba la cabaña donde había ocultado a la zorra. Para suerte de la zorra los cazadores, no comprendieron las señas que hacía el leñador con la mano, por lo que se confiaron únicamente en lo que les había dicho para retirarse del lugar.
La zorra que observaba escondida desde la cabaña y al ver que los cazadores se marcharon, se fué de ahí sin decir nada.
Ante esto el leñador le recriminó su actitud de por qué a pesar de haberla salvado, no le daba ni las gracias por escondarla.
– «Que desagradecida eres, no me das ni un gracias por haberte salvado la vida…».
A lo que la zorra respondió:
– «Yo te hubiera dado las gracias si es que tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo pero no lo hicieron».
Moraleja de la fábula de La Zorra y el Leñador:
Ser sincero con las personas tanto con tus palabras y tus actos es lo mejor que puedes hacer. No seas hipócrita hablando bien una persona cuando la tienes al frente para luego hablar mal de ella cuando se marcha. Asimismo cuando vayas a ayudar a alguien hazlo de corazón y no por cumplir. Sé honesto con tus actos, no pregones diciendo que haces cosas buenas cuando con tus actos haces lo contrario desacreditando la imagen que muestras ante los demás.
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